miércoles, 5 de noviembre de 2014

No sé si lo hago por placer o por necesidad

No sé si lo hago por placer o por necesidad

Hay quien se corta para sentirse mejor, para aliviar el dolor y, con eso, sentir placer; aunque el objetivo no es suicidarse, el pasar por sus muñecas algo afilado alivia cualquier tipo de mal. ¿Cortarse las venas? Muchos lo han pensado y otros lo dicen en broma, pero hay quien se corta para sentirse mejor, para aliviar el dolor y con eso  sentir placer aunque el objetivo no es suicidarse, el pasar por sus muñecas algo afilado alivia cualquier tipo de mal.
Adolescentes, quienes desvirtúan esa delgada línea entre el placer y el dolor, pues el cerebro empieza a “asimilar” que aquello que lo lastima es el estímulo perfecto para “aliviar su dolor”.
Pero también hay quien contradice y dice que esto solo lo hacen por necesidad, pues todos los problemas que tienen, estrés y diferentes factores afectan a los chicos, aunque esta es una salida muy cobarde para evadir los problemas.

Tendremos aquí experiencias que le aran reflexionar:

Guadalupe 23 años- “Mi infancia y adolescencia no fueron fácil, siempre con baja autoestima, bajas calificaciones, pocos amigos y problemas con mi aspecto físico, en fin, muchos problemas que me atormentaron en esas etapas de la vida; fue a los 16 años cuando comencé a rasguñarme los brazos hasta sangrar, sentía una enorme descarga de todo ello, pero lo único que hacía era hundirme más y más.
“De esto, mi mamá se dio cuenta como a los seis meses y primero habló conmigo y después vinieron los psicólogos, no fue suficiente para detener mis ganas de liberar los problemas con la autoflagelación, fueron tres duros años en los que torturé mis manos y ahora, gracias a Dios, medicamento, especialistas, apoyo de mis padres, amigos y a mí misma, todo lo he superado”


Ramón- Tomó una navaja, la pasó por el fuego de un encendedor hasta que se puso al rojo vivo y comenzó a formar el nombre de su amada en la piel, esta fue la manera que Ramón encontró para demostrarle a su novia el cariño que sentía por ella, para él los detalles, las cartas y los besos ya no eran suficientes.

Sentir cómo la navaja cortaba las capas de la piel y ver cómo brotaba la sangre no le causaba dolor alguno, al contrario sentir la sangre aún caliente por sus brazos, le daba placer y alegría, pues con esto su novia entendería todo el amor que sentía por ella.

“Después de que me cortaba, me sentía mal, débil y sin ganas de nada”, comentó Ramón, quien en las cortadas buscó la manera ideal de demostrarle a su amada sus sentimientos y reprimir la necesidad de un padre, ya que unos años antes se fue de casa.

Su cuerpo vibraba ante la necesidad de una cortada y para ello se refugiaba en su cuarto, en la soledad –escuchando en ocasiones música– disponía de lo necesario para aquel momento en el cual sus más profundos sentimientos sería encontrados con una laceración.

En aquel cuarto meditaba la parte más indicada para ser lastimada, no lo tenía que ver nadie y mucho menos su madre, a quien no le podía dar más disgustos, pues cargaba la pena del abandono de su padre por otra mujer.

Los antebrazos fueron los calificados para este ritual, sólo sería necesario vestir camisa de manga larga para esconder las heridas, así lo hizo. No sintió dolor, ni placer sólo quería apaciguar los sentimientos que llevaba dentro de él.

“Escondía mis heridas, mi madre se dio cuenta de lo que yo hacía hasta un año después.
Mientras el reloj avanza, Ramón cuenta sus laceraciones, “son 16 letras, 4 palabras
Una dice “Jesica”, y la otra dice “eres mi todo”. En la escuela también tenía que esconder sus cortadas, a las que nunca les vio ningún tipo de riesgo, tampoco nunca imaginó que podría infectarse y causarse alguna enfermedad más grave.

La idea de cortarse comenzó cuanto tenía 14 años e inició una relación amorosa con una joven mayor que él, “era algo que no estaba bien, durante el convivir sentía que ella no se daba cuenta cuánto la amaba y así lo decidí”.

Aclaró que el practicar estas heridas fue iniciativa propia, jamás tuvo nadie que le aconsejara, ni positiva ni negativamente, nunca había visto algo parecido en la tele, así que, hoy después de siete años, sabe que fue su responsabilidad.

Al pasar situaciones difíciles en casa definitivamente influye de manera negativa en las decisiones que se pretendan llevar a cabo.

“Yo crecí en una familia donde no hubo figura paterna, esto también me orilló a tomar la decisión, cuando mamá se dio cuenta se preocupó, pero hasta la fecha no nos hemos sentado a platicar del tema”.

Recordó que para él era doloroso ver a sus amigos y compañeros de la escuela convivir con sus papás y se cuestionaba por qué él no podía tener una vida normal o una familia funcional.

“No contar con esa experiencia te hace sentir solitario, que no encajas, incluso llegas a pensar que tu vida no tiene ningún sentido, cuando tú ves a los compañeros, amigos, personas que están en tu entorno te das cuenta que eres un extraño, un raro, eso influye de manera negativa en las acciones y decisiones que vas a tomar”.

Ramón se considera una persona muy fácil de deprimir, en temporadas depresivas y con muchos pensamientos negativos cae hasta el fondo del pozo, sin embargo con un trabajo estable, buenos amigos y su pasión por la fotografía ha logrado superar las ansias y las ganas de volverse a cortar.

A pesar de que se apoya en su trabajo y la gente que lo rodea, sabe que el riesgo está ahí, latente y que en muchas ocasiones pensará que no puede hacer más que cortarse, pero hoy en día ya tiene varios meses que ha logrado vencer a la navaja.

Él sabe que todo el entorno puede cambiar, sólo es cuestión de que le pongan ganas los chavos, por tal motivo exhorta a los jóvenes a que encuentren pasatiempos o practiquen deporte.

“Si son buenos para algún tipo de actividad artística o académica, que sigan ese camino, para mantener la mente alejada de pensamientos negativos como las cortadas y el suicidio. No es una salida, pues también se daña el entorno en el que vives”.


SHEILA HUERTA

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